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CUANDO UN AMIGO SE VA

/ Redaccion TInformativo /

Una vez, hace como ocho años, escribí una sentida semblanza en el aniversario de un amigo entrañable que murió prematuramente. Eulogio Rivas Terán se llamaba el amigo mutuo (de Víctor Amaya y de mí) y Víctor lo leyó cuando apareció en PUNTO Y APARTE del buen amigo y colega Benjamín Peña Chacón y que intitule: ¨Cuando un amigo se va¨. Y le gusto tanto a Víctor, que luego me dijo: ¨Oye cañón (así me decía), si yo me muero primero escribes algo de mí, al fin que tú me conoces de siempre. Ahí échale mentiras y exageraciones, al cabo tú eres bueno para eso, la idea es que no pase desapercibido el ¨evento¨. Así me lo dijo con esas palabras entre en serio y como en tono de broma como el acostumbraba decir las cosas.

Nosotros quisiéramos que nunca llegaran esos ¨eventos¨ que nadie quiere vivir. Es duro saber que un amigo que lo ha sido desde niño, muere. Recuerdo que publique una notita en FACEBOOK donde dije que no fui al velorio porque se me hacía muy duro ver tendido al amigo con el que tuvimos tanta convivencia y tanta cercanía. Que prefería recordarlo bromista y jocoso como era siempre y tener esa imagen en mi mente como si no fuera cierto que él hubiera fallecido. Y es que ¨cuando un amigo se va¨, sentimos que también nosotros estamos muy cerca del final. Cuando menos en esta edad donde ya –dicen- estamos ¨más para allá que para acá¨.

Cuando niños, oíamos embelesados y con ojos y oídos bien abiertos, los ¨cuentos de espantos¨ para los que Víctor era todo un experto. La chamacada de la Downey tiene muy presente cuando al pitido de las 9:30 de la cervecería teníamos que salir corriendo hacia nuestras casas. Sin alumbrado público, caminar una cuadra en la más absoluta oscuridad y acabando de escuchar el último de los relatos ¨de miedo¨ de Víctor Amaya, era un reto de liga mayor.

Después en el deporte donde creo que fuimos buenos en béisbol y softbol. Todas las tardes y durante años practicábamos sin descanso horas y horas. A los 18 nos tocó asistir, como únicos representantes del softbol de Tecate, al campeonato nacional de conscriptos en el estado de Puebla, formando parte de la selección estatal de baja california, donde fuimos campeones nacionales.

Los Amaya Márquez y mi familia siempre fuimos muy cercanos y todos con un gran respeto hacia nuestros respectivos Padres, cuya palabra era oro de ley. Emma (QEPD), Ricardo, Víctor (QEPD), Rubén, Carlos (QEPD) y Martha, fueron los hermanos entre los que ya algunos están rindiendo tributo a la madre tierra. Víctor, por razón de edad, fue el más cercano a mí, aunque debo decir que con todos siempre tuve –y tengo- una excelente relación.

Víctor Amaya y hermanos fueron hijos de Don Arcadio Amaya de grato recuerdo, que muchos recordaran que fue el V (quinto) presidente municipal de Tecate. Los Amaya Márquez se lanzaron a la aventura de gobernar junto a su Padre y fueron grandes colaboradores en ese ayuntamiento y

en favor de Don Arcadio. Alguien tuvo la ocurrencia de llamarles ¨los hijos del pueblo¨ y los amigos de Víctor, a la voz de ya, nos pitorreábamos de este llamándole así haciendo burla de esto a lo que Víctor contestaba con risas: ¨Me vale Madre¨ o Chin… a su…

Nuestro amigo desde muy joven ingreso al trabajo en las filas del sindicato de burócratas y muy pronto mostro sus cualidades de líder, siendo dirigente local del sindicato en varios periodos. Pero no solo localmente destaco. Fue también dirigente a nivel estatal y sus dotes de líder burócrata lo llevaron también a participar en la política donde, gracias al apoyo de sus compañeros y a su propio perfil de destacado líder sindical, después de obtener posiciones a nivel local, llego también a ser diputado dentro de la XIV legislatura del estado, representando a Tecate.

Eso y más pudiéramos mencionar de mi amigo Víctor Amaya Márquez. Probablemente después hagamos algo más amplio. Algo como –tal vez- él hubiera deseado pero, por lo pronto, esta pequeña semblanza vaya para recordar quien fue y para cumplir con su deseo, así sea en forma breve, reducida, de dar cuenta a quienes lo conocieron y a los que no tuvieron la fortuna de conocerlo, del mundo de cosas que forman la vida y obra de todo ser humano. Del amigo que se adelantó en el camino solo le decimos que hasta pronto, que seguramente llegara la hora de volver a escuchar y temblar con sus ¨cuentos de espantos¨ y que le llevaremos ¨las novedades¨ de los últimos tiempos de nuestro (y su) querido Tecate, donde el ya no pudo estar para constatarlas de primera mano.

Aparte de excelente amigo, Víctor fue también muy buen Padre y devoto esposo. En su vida matrimonial con Rosa (Rosita) Gallegos, procreo a sus tres hijos: Víctor Jr., Luis y Rosa Elena.

En la despedida de Víctor Manuel Amaya, sus amigos escuchamos con un nudo en la garganta y el corazón aterido, la canción de Alberto Cortez que con su armoniosa voz de bajo profundo, recitaba las estrofas que mueven a llanto y que dicen: ¨Cuando un amigo se va queda un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otro amigo.

Cuando un amigo se va queda un tizón encendido que no se puede apagar ni con las aguas de un rio.

Cuando un amigo se va una estrella se ha perdido la que ilumina el lugar donde hay un niño dormido. Cuando un amigo se va…

Garvel: Cesar García Velarde

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